COMEDIANTE La Representación Errática“Para alcanzar lo que uno realmente cree hay que hablar con labios ajenos.” O. Wilde Cuando el Irresponsable toma la palabra en la Institución, cuando se descubre poseídouna vez más por ese Lenguaje que, desde la Deserción, corrompe al hacerlo suyo, asume de inmediato la peligrosidad del Comediante. Habla entonces como un Cómico.Extraviado, configurando el nuevo orden de la Representación Errática: dramaturgia de la improvisación, de la espontaneidad, de la irremediable libertad. El Comediante no actúa como un Profesor Erudito (“la conversación erudita es la pose del ignorante o el entretenimiento del hombre mentalmente desocupado”), no invade la escena como un Educador ameno y comprensible –“sabe demasiado bien que en nuestro siglo sólo se toma en serio a los imbéciles, y vive con el terror de no ser incomprendido”. En el espacio del aula, libera la multiplicidad anárquica de su ser y construye su propia individualidad como desplazamiento imprevisible de los lenguajes, transmutación del carácter, disolución de las identidades, colisión de las apariencias, vértigo de la sicología. Y ello no tanto por representar, como Esquizo, cualquier tipo imaginable de profesor, cuanto por llegar a ser, al mismo tiempo, todas las figuras odiadas por la policía de la Escuela, todos los personajes ausentes, todas las actitudes prohibidas, todos los movimientos amenazantes, todos los discursos malditos, todas las palabras intrépidas, todos los gestos temerarios, todos los pensamientos imposibles, todas las sensaciones monstruosas… El Comediante quiere aparecer como una Prostituta, un Mendigo, un Parado, un Preso, un Alienado, un Enfermo, un Etarra, un Niño, una Esposa, un Revientapisos, un Delincuente, un Refugiado, una Vieja, un Padre, un Borracho, un Criminal, un Vagabundo, un Doméstico… De hecho, eleva la voz para sugerir (efectuar) el tránsito entre tales imágenes –o su hibridación. Habla para moverse entre ellas y distinguirse de cada una al contenerlas todas. No se finge Mendigo, Prostituta, Vagabundo o Etarra… Revela a los alumnos qué mendigos, prostitutas, vagabundos y etarras habitan en él; o, mejor, muestra a los demás cómo una parte de sí se entrega a la mendicidad, a la prostitución, a la vida irregular y a la lucha guerrillera, y allí se instala -porque hacia allí apunta- por un momento. No representa ningún papel: es todos los papeles… Como no interpreta nada, sólo se representa a sí mismo; sólo escenifica aquello que lleva dentro, o que llevó algún día y, por tanto, sigue llevando y llevará hasta el final; sólo actúa para mostrar qué quiere ser y, por consiguiente, qué está siendo y, de algún modo, qué fue desde el principio. Mientras el Profesor interpreta “un” papel (papel del Enseñante, del Educador, delFuncionario) y debe para ello reprimir los componentes de su personalidad que no se adecúan a la lógica de la máquina escolar, el Irresponsable deviene Comediante para descentrar el modelo docente y devolver constantemente a la superficie todo aquello que la moral del Engranaje percibe como una obstrucción, un peligro, un trastocamiento, una subversión. El Comediante abandona la posición del Educador para hundirse en síentremezcladas, confundidas: la distancia en la jerarquía es diferencia de poder, la diferencia de saber es distancia en la gradación. Distancia y diferencia unificadas por el muro como materia del podium. Destruir el muro es abdicar de la autoridad… Sólo así puede el educador recuperar la inocencia (el derecho a la vida). Pero no es fácil, no es sencillo horadar el muro. No sabemos bien cómo perforarlo, cómo atravesarlo. Atentar contra el muro es, además, peligroso. Los cascotes pueden caer sobre el profesor (contingencia incluso deseable) o sobre los alumnos. El mismo viejo policía puede precipitarse sobre los estudiantes y herirlos involuntariamente antes de morir –torpe suicidio. Tampoco sabemos qué queda de un profesor cuando el muro se desmorona. Fundamento del poder profesoral, el podium aparece al mismo tiempo como elemento de seducción y garantía de preeminencia: sólo el muro confiere a la palabra magistral cierto efecto de resonancia, cierta superioridad sobre el discurso de los demás. Sin el podium no es posible la clase: surge otra cosa. ¿Absentismo premeditado ¿Complicidad? ¿Tortura desnuda del reloj y de la arquitectura? Todavía algo más –ya en el límite: al renunciar a la autoridad, el educador acepta convertirse en “víctima” de sus alumnos. Se invierte entonces el sentido de la violencia. No sobrevive más que una pedagogía: pedagogía del moribundo, ruina de la pedagogía. El viejo policía sólo rescata el derecho a la vida para permanecer indefinidamente en la agonía..“¿Qué hacer?” -la pregunta culpable..- ¿Qué hacer, entonces, en la Escuela y contra la Escuela? ¿Cómo y dónde concebir la posibilidad de una «educación libre», ¿Cómo lucha el anti-profesor, ese símbolo del desprecio de toda pedagogía a que aludes en tus escritos? Por oposición al trabajo de los «educadores», a la práctica social dé los «profesores», he procurado esbozar en El Irresponsable un paradigma distinto, una ‘estrategia corrosiva’ que exige, más bien, la figura insólita del «anti-pedagogo», del «des-educador», del «contra-profesor». Esta figura no se reconoce ya en las ideas y en la praxis de un Freire, un Blonskij o un Neil. Sintoniza mejor con el gesto de un Groucho Marx que, en Sopa de ganso, nombrado Rector, confiesa su intención de que, con él, la Universidad funcione «todavía peor»; con la anti-prédica de un Zaratustra que habla así a sus discípulos: «mi consejo, realmente, es que os alejéis de mí y me evitéis»; con la maravillosa odisea interior de Heliogábalo, el «anarquista coronado» de Antonin Artaud, emperador que se viste de prostituta y se vende por cuarenta céntimos a las puertas de las iglesias cristianas y de los templos romanos… El paradigma de la irresponsabilidad, que aboca a una práctica criminal de la docencia, exige (decía) la figura del anti-pedagogo, del contra-profesor que no pretende hacer nada, «por» los estudiantes, «para» ellos y «en» ellos -nada por el ‘bien’ de los alumnos y, de paso, por la ‘mejora’, o ‘transformación’ de la sociedad, ningún tipo de hombre que modelar… Sólo así cabe concebir la “anti-pedagogía”. El Irresponsable lucha ‘contra’ la máquina escolar, y aspira a provocar su avería. Es un ‘mecánico’ perverso, un destructor sin escrúpulos, un genio del sabotaje, un artista de la descomposición, un maniático del estropicio… Procura siempre transgredir la Ley desde fuera de la Moral, rebasar el ámbito de la ‘desobediencia inducida’, del ‘ilegalismo útil’, para arraigar en el dominio de lo Intolerable, de lo Inaceptable, de lo Insoportable -el lugar del crimen en la Institución. De ahí su afición al «luddismo», valorado como forma legítima de contestación, como insumisión absoluta al principio de realidad capitalista, como subversión simbólica de todo orden coactivo, como negación insobornable de la ética del Sistema. El anti-profesor en ejercicio, saboteador de la máquina escolar, simpatiza, por tanto, con el luddismo de los estudiantes (destrucción del «mobiliario escolar»: pupitres, sillas, pizarras y otros instrumentos de tortura; pero no sólo eso: también el fraude en los exámenes, la falsificación de los boletines, la intimidación de los calificadores, la burla, la chanza, la parodia, los motes, el absentismo, ‘reventar’ las clases, empujar poco a poco al docente a la neurosis, las pintadas, los robos, la risa, la agresión, la insubordinación clamorosa, la maledicencia…, formas, todas estas, de resistencia estudiantil, de defensa de la propia subjetividad, del propio «carácter», situado invariablemente en el punto de mira de una Escuela por definición policial y de un profesorado a fin de cuentas mercenario) y lo desarrolla en su terreno, importunando y soliviantando al resto de los «enseñantes», obstruyendo -o eternizando- los Claustros, las Juntas, las Reuniones, coadyuvando al ‘extravío’ de las actas, de los documentos, de las cartas, de los ‘papeles’ oficiales, saqueando la biblioteca y regalando después los libros, denunciado a éste o aquel colega por «malos tratos» y al Inspector mismo por «incompetente», no tomándose jamás en serio ninguna de las palabras proferidas por los ‘cargos directivos’ del Centro, permitiéndose todo tipo de gestos obscenos y de ‘provocaciones simbólicas’ ante las autoridades educativas, exhibiendo desde el inocente mientras muere.
2 respuestas a «El educador mercenario»
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Todos somos mercenarios al final …de uno mismo. Muy interesante entrada! 🙂
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